El oscarizado director Barry Jenkins cuenta que llegó al cine “por casualidad”, puesto que llevaba varios años estudiando en la Universidad Estatal de Florida cuando descubrió que tenían una escuela de cine. “Me pilló la época en la que el cine tradicional empezaba a dar paso a un nuevo estilo cinematográfico”, comenta Jenkins. “Los de mi promoción aprendimos a editar usando mesas de montaje en las que había que cortar literalmente la película fotográfica y luego volver a pegarla. Después de editar así las películas durante un año, fue un cambio radical pasar a un tipo de montaje no lineal”.
“Pero interioricé todo lo aprendido”, añade. “Solo edito cuando me parece absolutamente necesario”.
El año pasado se lanzó la campaña “Detrás del Mac” protagonizada por creadores que usan el Mac para trabajar. Jenkins aparecía con un MacBook Pro, protegiéndose de la lluvia con un paraguas. El director estaba exportando el montaje final de su película Moonlight, galardonada con un Óscar en 2017.
Jenkins, que ha estudiando técnicas tradicionales y modernas, consigue su estilo característico gracias a equipos digitales como la cámara ARRI Alexa, el MacBook Pro e incluso su nuevo iPad Pro. “Las cámaras Arri y la plataforma Apple son las dos cosas que me han ayudado a convertirme en el cineasta que soy”, comenta Jenkins.
Su último proyecto cinematográfico, una adaptación de la novela El blues de Beale Street de James Baldwin, es una fábula que retrata la comunidad afroamericana en Estados Unidos en la década de 1970 a través de los problemas de una joven pareja que intenta salir adelante en un mundo cambiante. Publicada en 1974, la historia arranca seis años después del asesinato de Martin Luther King Jr. en 1968, y una década después de la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964.