Crecí en una comunidad mucho más inclusiva de lo normal. Los instructores me enseñaron a esquiar antes de que tuviera la edad suficiente para preguntarme cómo se esquía si no se puede ver. La cuestión no era preguntar si una persona con ceguera podía hacer algo, más bien era descubrir cómo hacerlo.
Durante mi época como estudiante sordociega en la universidad, fui testigo de cómo los defensores usaban la Ley para Estadounidenses con Discapacidades para obligar a las empresas tecnológicas a hacer accesibles los servicios digitales. Impresionada por el éxito de estos defensores, me sentí inspirada a unirme a ellos. En ese entonces, e incluso ahora, me encontré con muchas barreras en el mundo digital. No por mi discapacidad, sino por las actitudes de los desarrolladores de tecnología que trivializan el acceso de las personas con discapacidad.
En 2010, me convertí en la primera estudiante sordociega en la Facultad de Derecho de Harvard. La tecnología diseñada para brindar accesibilidad me permitió participar en las clases y realizar investigaciones legales. Naturalmente, mis estudios se enfocaron en la ADA y en la tecnología. Durante mi segundo año, el Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito de Massachusetts dictaminó que la ADA contemplaría a los negocios online. ¡Estaba verdaderamente emocionada! En 2013, me gradué, me uní al Colegio de Abogados de California y comencé a litigar casos de la ADA.